Concilio Internacional Jesucristo Soberano |
LAS OBRAS BUENAS LLENAS DE MISERICORDIA
Capítulo V
“Y saliendo Jesús, vio un gran gentío, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos había enfermos. Y cuando fue la tarde del día, se llegaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto, y el tiempo es ya pasado: despide las gentes, para que se vayan por las aldeas, y compren para sí de comer. Y Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse: dadles vosotros de comer.
La compasión de Dios y su misericordia van juntas como si fueran una sola cosa. Solamente los hijos de la promesa, los que nacieron del Espíritu Santo, los vasos de misericordia (Romanos 9:23,24) pueden sentir la compasión que siente Jesús; este mover que existe en cada uno de los llamados de Jesucristo es intrínsico, sale espontáneo y sin esfuerzo para volcarse en beneficio del que necesita. Es cierto que es un sentir que se irá desarrollando a medida que se vaya ejercitando. Si como sembradores sabemos distribuir la semilla equitativamente, tendremos suficiente para asistir al que carece. La misericordia y la compasión de los santos será siempre desinteresada y sin fines de lucro.
“Es mejor dar que recibir.”
Cuando se manifiesta la compasión y misericordia, nunca se considerarán: raza, religión, creencias, posición económica y social. Se harán las buenas obras sin mirar a quien. Jesucristo, lo mismo asistía a un nacional que a un extranjero, a un destituido de la sociedad como a un dirigente del pueblo, a un rico como aun pobre. Jesucristo, lo mismo ponía las manos sobre un muerto como sobre un leproso, situaciones prohibidas por la ley del Antiguo Pacto. La misericordia y la compasión se manifiesta porque es parte de la naturaleza divina que poseemos los hijos de Dios.
En el caso del Buen Samaritano mencionado en Lucas 10:29-37 como un Samaritano asiste a un Judío que había sido robado y herido por los asaltantes y lo dejaron medio muerto. Pasaron por el camino un sacerdote y un Levita y se fueron de lado y no asistieron a su hermano de raza. “Mas un Samaritano que transitaba, viniendo cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; le vendó sus heridas y le puso aceite y vino, lo llevó en la cabalgadura de su bestia y lo llevó al mesón, y cuidó de él. Al partir sacó dinero y lo dio al huésped, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que de más gastares, yo cuando vuelva te lo pagaré. Así tenemos que tratar a nuestro prójimo, dijo Jesús.
Estas son las obras que Dios preparó para que andemos en ellas. Estas obras ya son parte de nuestra vida y de nuestro diario vivir. Este es el ejercicio que vale, el ejercitarse en la piedad. “Porque el ejercicio corporal para poco es provechoso; mas la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera. Ejercítate para la piedad.” (1 Timoteo 4:7,8)
“No mirando cada uno a lo suyo propio, sino cada cual también a lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús.” (Filipenses 2:4,5)
“...Jesús estuvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos del diablo porque Dios era con él.” (Hechos 10:38)
“El que dice que está en Cristo debe andar como él anduvo.” (1 Juan 2:6)
“...misericordia y fe es necesario hacer...” (Mateo 23:23) “...Dios tiene misericordia de todos...” (Romanos 11:32)
“...Jehová, Jehová, fuerte, misericordioso, y piadoso; tardo para la ira, y grande en benignidad y verdad.” (Exodo 34:4-6)
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