Remitir y Retener
Pablo y unos que se le
retuvieron los pecados
La
historia bíblica registrada en Los Hechos de los Apóstoles, que narra
el encuentro de Jesucristo con Pablo y más tarde de Pablo con el Rey
agripa y sus acompañantes, nos dice lo que declaró Pablo después que
Jesucristo le habló en el camino a Damasco y lo que declaró el Rey
Agripa y el silencio de los que le acompañaban.
Así
comienza lo que escribe el médico Lucas: “Yo ciertamente había pensado
deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret, lo cual
también hice en Jerusalem, y yo encerré en cárceles a muchos de los
santos, recibida potestad de los príncipes de los sacerdotes; y cuando
eran matados, yo dí mi voto.
Y muchas
veces, castigándolos por todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y
enfurecidos sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las
ciudades extrañas. En lo cual ocupado, yendo a Damasco con petestad y
comisión de los príncipes de los sacerdotes. En mitad del día, oh rey,
vi en el camino una luz del cielo, que sobrepujaba el resplandor del
sol, la cual me rodeó y a los que iban conmigo. Y habiendo caído todos
nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua
hebraica: Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues? Dura cosa te es dar
coces contra los aguijones.
Yo
entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a
quien tú persigues. Mas levántate, y ponte sobre tus pies; porque para
esto te he aparecido, para ponerte por ministro y testigo de las cosas
que has visto, y de aquellas en que apareceré a ti; librándote del
pueblo y de los Gentiles, a los cuales ahora te envío.
Para que
abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de
la potestad de Satanás a Dios; para que
reciban, por la fe que es en mí, remisión de pecados y suerte entre
los santificados.
Por lo
cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, antes
anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalem, y por
toda la tierra de Judea, y a los Gentiles, que se arrepintiesen y se
convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.
Por causa
de esto los Judíos, tomándome en el templo, tentaron matarme. Mas
ayudado del auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando
testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas
que los profetas y Moisés dijeron que habían de venir; que Cristo
había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos,
para anunciar luz al pueblo y a los Gentiles. Y diciendo él estas
cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo: las
muchas letras te vuelven loco. Mas él dijo: No estoy loco,
excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de templanza.
Pues el rey sabe estas cosas, delante del cual también hablo
confiadamente. Pues no pienso que ignora nada de esto; pues no ha sido
esto hecho en algún rincón.
¿Crees,
rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees.
Entonces
Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser Cristiano. Y Pablo
dijo: ¡Pluguiese a Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, mas
también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy,
excepto estas prisiones!...y hablaron los unos con los otros,
diciendo: Ninguna cosa digna ni de muerte, ni de prisión, hace este
hombre...Hechos de los Apóstoles 26:9-31
Pablo les
habló de su posición contraria a Jesucristo y su Iglesia, como se le
apareció y lo instituyó en el ministerio evangélico, también lo
instruyó de las enseñanzas que impartiría entre las que estaba la obra
salvífica del Señor. El perdón de los pecados sería recibido por la
fe que era en El y esti sería el centro de su enseñanza.
Finaliza
diciendo: “Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión
celestial.”
¿Cuánto
vale decir: “Por poco me persuades a ser Cristiano”
¿Cuál es
el valor de oir, quedar en silencio y no tomar una postura
testificante como la de Pablo?
Así
respondieron todos con su actitud: “Por poco me hago cristiano”
Cuando
Pablo hablaba y aun habiendo terminado nada sucedió, no hubo
interrupción por el Espíritu Santo. No se registró que el poder de
Dios cayó ni siquiera sobre uno de los que escuchaba a Pablo.
Aquí se retuvieron los pecados,
la fe que había y provenía de Jesucristo aparentemente no surtió
efecto para convertirse, arrepentirse y ser pedonados.
¿Estarían
incluidos solamente como hijos de la carne y no del Espíritu Santo?
¿Serían
de la otra simiente?
Hay un
himno que enfatiza: “Unos sí, otros no”
Si eres
uno de los hijos de Dios que has vivido desnudo del alto conocimiento
de Dios y hoy al leer este escrito, sientes que necesitabas esta
palabra de consuelo, confianza y seguridad: Estas perdonado para
siempre, perteneces a Aquel que pagó el precio, Aquel que te rescató
de las tinieblas, te sacó de la potestad del enemigo y te hizo llegar
a la potestad de Dios, entonces: Gózate y comparte con otros la luz
que llegó a tu vida como llegó a la mía y a la de los millares del
Israel espiritual.
El perdón
de los pecados ya se consumó en el “Hecho está”, pronunciado por los
labios más limpios y santos que jamás han hablado sobre este planeta
en rebelión, se llama Jesucristo, el Hijo de Dios, el que es Rey de
reyes y Señor de señores. ¡Bendito el que viene en el nombre del
Señor! Abba, Padre
Tu
hermano Domingo Hernández
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