En
la primera parte vimos una introducción al tema de la Teología del
Ejemplo, que propone seguir ejemplos de personas y en especial de
Cristo o de Dios en general.
Hice algunas
propuestas y confrontaciones bíblicas tratando de evitar las
tensiones de la teología vs los paradigmas que se han generado por
dos mil años de interpretaciones personales o dogmáticas. Ahora me
voy a abocar a los principios de esta teología en cuanto a los
orígenes y en una tercera parte quisiera tratar de las
consecuencias y de los planteamientos que la deben enfrentar y
darle el lugar adecuado.
Por supuesto que
el tema principal es la imitación de Jesucristo.
Quiero iniciar
con un personaje clave en el desarrollo
de esta propuesta que le he denominado teología de la imitación o
teología del ejemplo.
Juan
Gerson
Nacimiento: 14
de diciembre 1363
Nombre:
Gerson, Rethel
Fallecimiento:
12 de julio 1429 en Lyon Francia
Juan Gerson o Jean-Charlier
Gerson (nacido en Rethel en 1363, fallecido en Lyon en 1429) fue
un teólogo y filósofo francés.
El llamado Doctor
christianissimus estudió en el colegio de Navarra en París y se
doctoró en teología en 1393. Ya conocido y apreciado, sucedió en
1395 en el cargo de canciller de la universidad de París a Pierre
d'Ailly, mostrando una particular energía. Tras el asesinato del
duque de Orleans en 1408, acusó al duque de Borgoña, autor del
atentado, e hizo condenar a Jean Petit, su defensor. Su firmeza se
manifestó también en relación con la Iglesia: aun cuando era
intransigente con las doctrinas consideradas heréticas, como hizo
en el Concilio de Pisa y en el de Constanza, en el cual contribuyó
a la condena a muerte de Jan Hus y de Jerónimo de Praga, sostuvo
con fuerza los derechos a la autonomía de la iglesia galicanana (tendencia
separatista de la Iglesia de Francia con respecto a la
jurisdicción de Roma y el Papa. El nombre proviene de Galia como
se la conocía en la antigüedad a Francia), combatió toda
relajación de las costumbres eclesiásticas, reivindicó la
superioridad del poder del concilio de los obispos respecto al del
Papa y se empeñó en poner fin al Cisma de Occidente.
Tras el concilio de
Constanza no pudo volver a Francia, a causa de los desórdenes que
se produjeron, y se retiró a Baviera. Durante este exilio, compuso
las Consolaciones de la teología, obra en cuatro libros. Dos años
después pudo volver a Francia pero no tomó parte en ningún asunto
público y se retiró al convento lionés de los Celestinos,
escribiendo y enseñando.
Se le enumera entre
los probables autores de la Imitación de Cristo.
Su Teología
Como teólogo, intentó
elaborar una teología mística que se oponía a la teología
escolástica. Personaje de transición entre la Edad Media y el
Renacimiento, buscó un acuerdo entre formalistas y terministas,
reprochó a Duns Scoto y a Juan de Ripa que multiplicaran las
esencias e introdujeran en la noción de Dios, formas metafísicas y
razones ideales, de tal manera que el Dios resultante es una
construcción intelectual arbitraria. Rechazó también la
identificación platónica de Dios con el Bien o con una naturaleza
neoplatónicamente necesaria, reivindicando el primado de la
voluntad y de la libertad divina, esencial, a su juicio, en el
cristianismo, ya que tal primado de la voluntad divina anula
cualquier certeza demostrativa en relación con Él.
Su teología es al
mismo tiempo negativa y mística: sigue a san Agustín y al Pseudo
Dionisio, Bernardo de Claraval y Ricardo de San Víctor; esta
teología es un estudio sistemático de las experiencias
contemplativas que él llama Scientia experimentalis.
Críticos como Roberto
Bellarmino, Jean Mabillon, Jean-Baptiste-Modeste Gence le atribuye
la Imitación de Cristo. Su Consolation , escrita en francés.
Imitación de Cristo
Tomás Hemerken (Kempis,
Alemania)
El beato Tomás de
Kempis, O.S.A. (Kempen, 1380-Zwolle, 30 de agosto de1471) fue un
Fraile cristiano renacentista del siglo XV y el autor de la
Imitación de Cristo, uno de los más conocidos libros de devoción
cristiana redactado a propósito de la formación de los monjes y de
los frailes, pero que ha sido valorado por otros seguidores de
Cristo por fuera del monaquismo y la vida conventual Kempis
subraya la perfección evangélica y presenta a Jesucristo como el
único modelo de auténtico conocimiento:
"No podemos
confiarnos mucho en nosotros mismos porque frecuentemente nos
faltan el buen juicio y la gracia”
El anti-intelectualismo
medieval toma como modelo la figura del rey Salomón, quien habla
de la "vanidad de vanidades" (hebel hebalim) y que presenta el
conocimiento auténtico como el temor al Creador. Por tanto, toda
ciencia que no se funde en la contemplación de lo divino es vista
como vanidad, entendida ésta como en confiar en las cosas del
mundo:
"Quien se apega a
las criaturas se marchitará juntamente con ellas, porque la
criatura es efímera y quebradiza."
Obviamente, Kempis
escribió exclusivamente para monjes de vida contemplativa; es
decir, dentro del contexto del monaquismo, algo que debe tener en
cuenta todo análisis actual. Su postura medieval anti-intelectualista
haría que los críticos del racionalismo lo acusaran de
oscurantismo y apología de la ignorancia.
‘¿Qué
me aprovecharía delante de Dios, que me juzgará según mis obras?”
“Cuanto más y mejor entiendes, tanto más gravemente serás juzgado
si no vivieres santamente”
“Porque
los que siguen su sensualidad manchan su conciencia, y pierden la
gracia de Dios”.
“No tengas familiaridad con ninguna mujer mas en general
encomienda a Dios todas las buenas”
Les listo algunos de los capítulos que resaltan la exageración del
modelo o que nos muestra su sentido ascético. No es que carezcan
de valor moral o que no sean positivas al desarrollo de una vida
ordenada y de cuidado a la complacencia de la carne. Pero nos
llevan a ver el perfeccionamiento de la carne y no del espíritu.
Niegan la corrupción de la naturaleza humana y dan una idea de
tener un estatus ante Dios.
Capítulo I: IMITAR
A CRISTO
Capítulo II:
SINCERO CONCEPTO DE SÍ MISMO
Capítulo IV:
ACTUAR CON PRUDENCIA
Capítulo VI:
DESEOS DESORDENADOS
Capítulo VII: HUIR
DE LA ESPERANZA INFUNDADA Y LA SOBERBIA
Capítulo IX:
OBEDECER Y DEPENDER
Capítulo X:
CUIDADO CON LAS CONVERSACIONES INTRANSCENDENTES
Capítulo XI:
ADQUIRIR LA PAZ Y ESFORZARSE POR MEJORAR
Capítulo XIII:
RESISTIR A LAS TENTACIONES
Capítulo XIV:
EVITAR LOS JUICIOS TEMERARIOS
Capítulo XVI:
SOPORTAR LOS DEFECTOS AJENOS
Capítulo XVII: LA
VIDA DE LOS RELIGIOSOS
Capítulo XVIII:
EJEMPLO DE LOS PRIMEROS RELIGIOSOS
Capítulo XIX: LA
ACTIVIDAD DEL BUEN RELIGIOSO
Capítulo XX: AMOR
A LA SOLEDAD Y AL SILENCIO
Capítulo XXIV:
JUICIO Y CASTIGOS DE LOS PECADORES
Capítulo XXV:
PERMANENTE REFORMA DE TODA NUESTRA VIDA
PARTE SEGUNDA - CONSEJOS PARA LA VIDA
DE DIOS EN NOSOTROS
Capítulo: I LA
COMUNICACIÓN INTERIOR
Capítulo: II
HUMILDE SUJECIÓN
Capítulo: III
BONDAD Y PAZ
Capítulo: IV
PUREZA EN LA MENTE Y SINCERIDAD EN LA INTENCIÓN
Capítulo: V
CONOCIMIENTO DE SÍ MISMO
Capítulo: VI
ALEGRÍA DE LA BUENA CONCIENCIA
Capítulo: IX
CARENCIA DE TODA SATISFACCIÓN
PARTE TERCERA - FELICIDAD ESPIRITUAL
Capítulo: III LAS
PALABRAS DE DIOS DEBEN ESCUCHARSE CON HUMILDAD
Capítulo: IV
SINCERIDAD Y HUMILDAD EN EL TRATO CON DIOS
Capítulo: X
DULZURA DE SERVIR A DIOS DESPRECIANDO EL MUNDO
Capítulo: XI LOS
DESEOS DEL CORAZÓN SE DEBEN EXAMINAR Y MODERAR
Capítulo: XII
SIGNIFICADO DE LA PACIENCIA Y DE LA LUCHA CONTRA LAS MALAS
INCLINACIONES
Capítulo: XIII
OBEDECER HUMILDEMENTE COMO JESUCRISTO
Capítulo: XIV
CONSIDERAR EL SECRETO JUICIO DE DIOS EVITA QUE NOS UFANEMOS EN LA
PROSPERIDAD
Capítulo: XV COMO
COMPORTARSE Y EXPRESARSE EN LOS DESEOS
Capítulo: XVI SÓLO
EN DIOS DEBE BUSCARSE LA VERDADERA SATISFACCIÓN
Capítulo: XVII
TODA INQUIETUD DEBE ESTABLECERSE EN DIOS
Capítulo: XVIII
DEBEMOS SOPORTAR LAS ADVERSIDADES CON ECUANIMIDAD COMO CRISTO
Capítulo: XIX
TOLERAR LAS OFENSAS ES PRUEBA DE VERDADERA PACIENCIA
Capítulo: XXVIII
CONTRA LOS MURMURADORES
Capítulo: XXXII
ABNEGACIÓN DE SÍ MISMO Y RECHAZO DE TODO MAL DESEO
Capítulo: XXXIII
LA INESTABILIDAD DEL CORAZÓN Y LA NECESIDAD DE DIRIGIR LA
INTENCIÓN FINALMENTE A DIOS
Capítulo: XXXVII
PURA E ÍNTEGRA ENTREGA PARA OBTENER LA LIBERTAD DE CORAZÓN
Capítulo: XXXVIII
ORGANIZAR BIEN LA PROPIA VIDA Y RECURRIR A DIOS EN LOS PELIGROS
Capítulo: XXXIX
EVITAR LA IMPERTINENCIA EN LOS PROPIOS ASUNTOS
Capítulo: XLVII
DEBE SOPORTARSE TODO PESAR POR LA VIDA ETERNA
Capítulo: XLVIII
LA ETERNIDAD Y LAS DIFICULTADES DE LA VIDA
Capítulo: XLIX EL
DESEO DE LA VIDA ETERNA Y LOS BIENES PROMETIDOS ALOS ESFORZADOS
Capítulo: LII NO
DEBEMOS CONSIDERARNOS DIGNOS DE CONSUELO SINO MÁS BIEN MERECEDORES
DE CASTIGO
Capítulo: LIII LA
GRACIA DE DIOS NO SE MEZCLA CON GUSTOS HUMANOS
Capítulo: LVI
DEBEMOS RENUNCIAR A NOSOTROS MISMOSE IMITAR A CRISTO POR LA CRUZ
Capítulo: LIX TODA
ESPERANZA Y CONFIANZA SE DEBE PONER SÓLO EN DIOS
PARTE CUARTA EL SACRAMENTO EUCARÍSTICO
Capítulo: II
MANIFESTACIÓN DE LA BONDAD Y CARIDAD DE DIOS EN LA SANTA CENA
Capítulo: III
CONVIENE LA COMUNIÓN FRECUENTE
Capítulo: IV
BENEFICIOS PARA LOS QUE COMULGAN BIEN DISPUESTOS
Capítulo: V
VALORACIÓN DEL SACRAMENTO Y DE LA FUNCIÓN SACERDOTAL
Capítulo: VI
REFLEXIONES ANTES DE COMULGAR
Capítulo: VII
EXAMEN DE CONCIENCIA Y PROPÓSITO DE CONVERSIÓN
Capítulo: VIII
OFRECIMIENTO DE CRISTO EN LA CRUZ Y NUESTRA ENTREGA A ÉL
Capítulo: IX
NUESTRO OFRECIMIENTO TOTAL A DIOS
Capítulo: X NO
DEBE ABANDONARSE FÁCILMENTE LA COMUNIÓN
Capítulo: XV LA
GRACIA DE LA DEVOCIÓN SE CONSIGUE CON HUMILDAD Y ABNEGACIÓN
Capítulo: XVI
DEBEMOS MANIFESTARLE NUESTRAS NECESIDADES Y PEDIRLE SU GRACIA A
CRISTO
Capítulo: XVII
RECIBIR A CRISTO CON AMOR ARDIENTE Y VEHEMENTE AFECTO
Para algunos autores Cristo desarrolló un modelo entre sus
discípulos y que por ser un rabino o maestro, desarrollaba las
cualidades de los maestros del AT: un modelo de imitación. Pero al
estudiar el ministerio de Cristo en relación a sus discípulos, él
trae una posición más bien antagónica o antitética de las
cualidades de un rabino tradicional.
Todos esos rasgos los
encontramos en la vida de Cristo. Sus discípulos, y especialmente
los Doce, le siguen y. acompañan; y la enseñanza que reciben,
aparentemente, se ajusta a métodos propios de un Rabino. Más aún,
era efectivamente designado con esa palabra: Rabbí, Maestro. Y,
cuando al comienzo de su vida pública, se dirige a sus discípulos
para llamarlos, usó precisamente las expresiones consagradas:
sígueme, venid detrás de mí (Mt 4.20; v. 1.43).
Pero este último
rasgo que acabamos de citar nos lleva a advertir las profundas
modificaciones que Jesucristo introduce en el cuadro del
discipulado rabínico. Porque de ordinario eran los discípulos los
que decidían seguir a un Maestro, los que escogían al Rabino de
quien iban a aprender. Cristo en cambio obra exactamente al
contrario, es Él quien llama y elige: “No me habéis elegido
vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros” (v 15,16). Al
actuar así, Jesucristo manifiesta su mesura mesiánica, y da a la
relación Maestro-discípulo una dimensión absolutamente nueva.
Porque, en primer lugar, Cristo no es un Maestro como los otros.
Su enseñanza no es una mera explicación de la Ley y una resolución
de casos particulares, sino que va mucho más hondo, desentrañando
el sentido definitivo de la voluntad de Dios, y tratando la Ley
con una libertad soberana: “enseñaba como quien tiene autoridad, y
no como los doctores” (Mt 7.29). Por otra parte, Jesucristo se
revela no sólo como un Maestro, sino como Aquel que anuncia la
salvación definitiva, y que la anuncia realizándola con su propia
vida.
El
discípulo debe reconocer a Jesucristo como al Cristo, como al
Mesías: “Vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Pedro le
dijo: Tú eres el Mesías” ( Mat.16.15).
Para el apóstol Pablo, la imitación no es un postulado de la
anexión a Cristo, sino al contrario, una consecuencia. El Apóstol
nunca argumenta diciendo: “si quieres incorporarte a Cristo, imita
su vida”, sino que siempre sigue el esquema inverso: “puesto que
Cristo habita en ustedes hagan las obras de Cristo”; es la
realidad de Cristo en el cristiano, la que engendra el deber de
actuar a imitación suya (Gal 3.27; 1 Cor 5.7; Efe 5.8). En plena
conexión con esa perspectiva, Pablo apenas hace referencia a
ejemplos concretos dados por Jesucristo durante su vida terrena. A
lo que quiere invitar al cristiano no es a reproducir en su
materialidad lo que fue la vida de Cristo, sino a captar su
sentido último: “los sentimientos de Cristo” ( Fil 2.5), en quien
se nos revela el misterio escondido en Dios, el Evangelio. Por
eso, para Pablo, la imitación de Cristo y la imitación de Dios
forman una unidad, en la que se resume el sentido total de la
madurez cristiana: “Sed imitadores de Dios, como hijos amados, y
caminad en el amor, como Cristo nos amó y se entregó por nosotros
en obsequio y sacrificio de fragante y suave olor” (Efe 5.1-2).
Ante todo se debe poner de relieve que el ideal de la imitación de
Cristo no es algo meramente ético, es decir, la simple proposición
de un modelo, aunque más excelso que otros (como tendía a pensar
la teología de la época de la Ilustración y posteriormente la
teología liberal), sino algo teologal, que supone una vida de un
orden nuevo. Y esto por diversos motivos: En primer lugar, porque
la imitación no debe ser concebida como un prerrequisito o una
condición para la gracia. La salvación es don gratuito de Dios, y
todo lo que sea presentar a Dios como dependiente de un obrar
humano, falsifica la realidad. La imitación es una consecuencia
del don divino: es porque Dios nos salva, y para salvarnos se hace
presente en Cristo, por lo que podemos y debemos hablar de
imitación La imitación de Cristo es, por tanto, una manifestación
de reflejar el amor que nos ofrece una nueva vida recibida,
llevar el testimonio de Cristo Redentor, que debe constituir la
vida del cristiano. Imitar a Cristo es imitar su amor, cumplir su
mandamiento de amarnos los unos a los otros “tal y como Él nos ha
amado”. Al proclamar que la realidad fundamental de la vida es el
amor, la superación del egoísmo, la entrega a los otros. El
cristiano habla no en nombre de una simple experiencia humana,
sino manifestando el sentido de la realidad, dando a conocer a
Dios y anticipando el estado definitivo, el Reino de los Cielos.
La
idea de la imitación de Cristo, nació en el mismo Edén, cuando el
diablo le dijo a la pareja que comieran del árbol prohibido
“porque serían como Dios”.
Uno de los oprobios más aceptados por la iglesia cristiana es el
utilizar el concepto de la imitación de Cristo o de Dios; porque
en la mayoría de los casos ha llevado al perfeccionismo y el
perfeccionismo invariablemente trae disensión. En palabras más
llanas, podríamos decir, que el concepto de imitación hace ver a
otros en un estado de insuficiencia, ya que lo más fácil a la
condición humana, es NO ser como Cristo. Esto conduce a 1.-
Señalar a otros su incompetencia. 2.- Señalarse a sí mismo o
decepcionarse de su condición cristiana. 3.- Luchar por algo que
no le pertenece al individuo, sino es trabajo del Espíritu de
Cristo. 4.- Como una amalgama de las anteriores, el individuo usa
el método del “blanqueamiento” o del sermoneo. En la carta de
Pablo a los colosenses, queda muy bien definido el problema:
Tienen sin duda apariencia de sabiduría, con
su afectada piedad, falsa humildad y
severo trato del cuerpo, pero de nada sirven frente a los apetitos
de la naturaleza pecaminosa. Col. 2.23
El
seguir un concepto de imitación lleva a ponerse en manos de quien
quiera señalar cual es la actitud de Cristo que debemos
o se deba observar. Esto ya sucedió en el pasado y a nuestros
hermanos Israelitas les trajo muchas consecuencias graves o
también a los que, una vez que recibieron el Evangelio de Cristo,
se devolvieron a señalar el concepto de perfección. Pablo hace su
advertencia en la misma carta a los colosenses:
Antes de recibir esa circuncisión, ustedes estaban muertos en sus
pecados. Sin embargo, Dios nos dio vida en unión con Cristo, al
perdonarnos todos los pecados y anular la deuda que teníamos
pendiente por los requisitos de la ley. Él anuló esa deuda que nos
era adversa, clavándola en la cruz. Desarmó a los poderes y a las
potestades, y por medio de Cristo los humilló en público al
exhibirlos en su desfile triunfal.
Así que nadie los juzgue a ustedes por lo que comen o beben, o con
respecto a días de fiesta religiosa, de luna nueva o de reposo.
Todo esto es una sombra de las cosas que están por venir; la
realidad se halla en Cristo. No dejen que les prive de esta
realidad ninguno de esos que se ufanan en fingir humildad y
adoración de ángeles. Los tales hacen alarde de lo que no han
visto; y, envanecidos por su razonamiento humano, no se mantienen
firmemente unidos a la Cabeza. Por la acción de ésta, todo el
cuerpo, sostenido y ajustado mediante las articulaciones y
ligamentos, va creciendo como Dios quiere.
Si con Cristo ustedes ya han muerto a los principios de este
mundo, ¿por qué, como si todavía pertenecieran al mundo, se
someten a preceptos tales como: «No tomes en tus manos, no
pruebes, no toques»? Estos preceptos, basados en reglas y
enseñanzas humanas, se refieren a cosas que van a desaparecer con
el uso. Tienen sin duda apariencia de sabiduría, con su afectada
piedad, falsa humildad y severo trato del cuerpo, pero de nada
sirven frente a los apetitos de la naturaleza pecaminosa (Col
2.13–23).
Cuando analizamos concienzudamente el tema de
la soberanía de Dios y lo llevamos a su
manifestación en gracia de la redención, no queda otra percepción
que someternos por gracia a su perfecto control. No vivimos por
imitación, sino por gracia, no es imitación es redención. Es
sujeción al Espíritu para llevar frutos.
Por ultimo, aunque hay mucho mas material,
quisiera decir que el concepto de imitación, es un concepto
simplista. Para Dios hubiera sido mas sencillo decirnos: “Mira ya
me conociste, probaste quien soy y que grande es mi fuerza, ahora
imita”. Pero el probó su grande amor y se enlodó hasta lo sumo y
en una brutalidad de fango, violencia y purulencia dijo “Consumado
es…” ahora mi carácter perfecto por TU carácter. Mi jugosa cuenta
por tu sobregirada cuenta, mi clave personal para que gires por la
eternidad, solo teclea en tu mente: “En el nombre de Cristo”. Tu
que siendo aun pecador yo mori por ti…. Para los que… no buscaban
la justicia, la han alcanzado. Me refiero a la justicia que es por
la fe. En cambio Israel, que iba en busca de una ley que le diera
justicia, no ha alcanzado esa justicia. ¿Por qué no? Porque no la
buscaron mediante la fe sino mediante las obras, como si fuera
posible alcanzarla así. Por eso tropezaron con la «piedra de
tropiezo», como está escrito:
«Miren que pongo en Sión una piedra de
tropiezo y una roca que hace caer; pero el que confíe en él no
será defraudado.»
Bendecidos.