CONCILIO INTERNACIONAL JESUCRISTO SOBERANO



¿CUÁL ES LA LEY DE CRISTO?


 

Cecil Hook

 

“Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gal. 6:2).

 

¿Cuál es la ley de Cristo?

Jesús nos asegura que “la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo” (Jn. 1:17). Pablo les dijo a sus discípulos “Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Ef. 2:8s) La gracia de Dios se manifestó enseñándonos (Tit. 2:11s) El evangelio es el mensaje de gracia que se cree para Salvación (Mar. 16:15s). Somos salvos por gracia; de cualquier manera bajo la ley de Moisés, el hombre buscaba justificación por la ley, y también existe una grande tendencia en los discípulos hacia buscar la justicia a través de cumplir con un supuesto código de leyes.

1. ¿PODRÍA UNO SER SALVO POR LAS OBRAS DE LA LEY? Pablo da una respuesta definitiva a esta pregunta “porque por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él; pues por medio de la ley viene el conocimiento del pecado” (Rom. 3:20). “...puesto que por las obras de la ley nadie será justificado” (Gal. 2:16). “No hago nula la gracia de Dios, porque si la justicia viene por medio de la ley, entonces Cristo murió en vano” (Gal. 2:21). “Y que nadie es justificado ante Dios por la ley es evidente” (Gal. 3:11).

La ley tenía una debilidad: Podía traer muerte, pero no vida. No perfecciona nada (Heb. 7:18s). Prometía vida pero era muerte (Rom. 7:10) porque una persona debía cumplir toda la ley, de no ser así, era maldita (Gal. 3:10s) y nadie podía guardarla en su totalidad. Así que todos llevaban la sentencia de muerte.

Esa misma debilidad existe en cualquier otra ley. La ley no tiene poder de salvar. Juan nos asegura que todos pecamos (I Jn. 1:8). Santiago añade: “Porque cualquiera que guarda toda la ley, pero tropieza en un punto, se ha hecho culpable de todos” (Stg. 2:10). Si guardamos 99% de la ley, pero fallamos en el restante 1% ¿Qué pasa? ¡Estamos perdidos! Así que ¡Es por gracia! Si uno ha de ser salvo, será únicamente por gracia. Uno no puede ser salvo en parte por guardar la ley y en parte por gracia. Si la gracia salva únicamente en la medida en que uno es capaz de cumplir la ley, entonces nadie sería salvo. Si uno pudiese guardar toda la ley, no necesitaría de la gracia. Nuestra exhortación tradicional al que falla en guardar la ley es: “¡Héchale más ganas!” Mientras que si de labios creemos en la gracia, creamos frustración en los discípulos urgiéndoles a que la obtengan a través del cumplimiento de toda la ley, o cuando menos un cierto porcentaje de ella. La doctrina de la justificación por medio de la ley era “un evangelio diferente” en Gal. 1:6-9. Cualquier esfuerzo de ser justificado por medios legales, equivale a caer de la gracia (Gal. 5:4). La gracia no es una cualidad de la ley.

Un sistema legal no reemplazó a otro. La ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. Gracia y verdad no eran un sistema de ley que reemplazaba a otro anterior. Dios no mandó otra ley, sino que mandó a su Hijo en quien tenemos justificación. A individuos ya salvos, Pablo les explica, “Porque el pecado no tendrá dominio sobre vosotros, pues no estáis bajo la ley sino bajo la gracia” (Rom 6:14). Por favor lea Romanos 3:20-28 y observe que la justificación aparte de la ley es por gracia, como un regalo para quienes creen. La justificación no se obtiene por guardar reglamentos sino que es gratuita (Rom. 5:17). También lea por favor otro pasaje en Gálatas 3:23 hasta el 4:7, para ver que, ahora que ha venido la fe, el guardián ya no está a cargo y que Dios mandó a su Hijo en lugar de otro guardián. Nuestra relación en Él es una relación personal en lugar de una relación legal.

2. ¿CUÁL ES LA NATURALEZA DE NUESTRA RELACIÓN CON DIOS? El Espíritu nos hace nuevas criaturas en Cristo. “Pero ahora hemos quedado libres de la ley, habiendo muerto a lo que nos ataba, de modo que sirvamos en la novedad del Espíritu y no en el arcaísmo de la letra” (Rom. 7:6). Esta relación nueva se obtiene a través del nuevo nacimiento (Jn. 3:3s) por el cual todos somos hijos de Dios por la fe (Gal. 3:26s) y en el cual nuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Col. 3:3). No es una relación legal, sino una relación espiritual.

Estamos en una relación de un pacto. Dios hizo un pacto con Abraham y lo selló con la circuncisión (Gen 17:9s). Después la ley fue dada a las gentes que estaban bajo aquel pacto (Deut. 4:4s). La ley no era el Testamento de la promesa, no era con el fin de hacerles entrar en aquel pacto.

El nuevo pacto es sellado en nosotros por el Espíritu Santo (Ef. 1:13s). Esto sucede cuando recibimos el Espíritu al momento de nuestra obediencia al evangelio; las demás enseñanzas fueron dadas para guiar a quienes ya habían entrado en tal pacto.

El nuevo pacto no es una ley escrita. Pablo escribió que Dios “nos hizo suficientes como ministros de un nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata pero el Espíritu da vida” (2 Cor. 3:6). Hebreos 8:7-8 también enfatiza que el nuevo pacto no sería como el antiguo. Sus leyes serían escritas en nuestros corazones en lugar de ser escritas en piedra o en papel.

¿Cómo puede la ley ser escrita en nuestros corazones si ya no estamos bajo la ley? Al decir que ya no estamos bajo la ley, no significa que ya no estemos bajo la autoridad de Cristo y bajo la soberanía de Dios. La palabra Ley tiene varios significados. Ley puede ser un sistema legal que demanda obediencia perfecta. Ley también puede significar principio de acción. Somos justificados por el principio de la gracia a través de la fe (Ef. 2:8s; Rom 3:27s; 8:1s). Tal gracia activa nuestro amor.

3. ¿CUÁL ES LA REGLA DE ACCIÓN DEL NUEVO PACTO? Es amor lo que Dios por su gracia infunde en nuestros corazones. “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Rom. 5:5). “Nosotros amamos, porque Él nos amó primero” (1 Jn. 4:19). Dios inicia el principio del amor escribiendo su ley sobre nuestros corazones.

El amor que El ha creado en nosotros es la llave maestra que abre las cerraduras de esclavitud a cualesquier otra ley. “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama a su prójimo, ha cumplido la ley. Porque esto: NO COMETERÁS ADULTERIO, NO MATARAS, NO HURTARAS, NO CODICIARAS, y cualquier otro mandamiento, en estas palabras se resumen: AMARAS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO. El amor no hace mal al prójimo; por tanto, el amor es el cumplimiento de la ley” (Rom. 13:8s). El amor llena los requisitos que Dios pide. Nos libera. Un código legal nos esclaviza. “Para libertad fue que Cristo nos hizo libres; por tanto, permaneced firmes, y no os sometáis otra vez al yugo de esclavitud” (Gal. 5:1).

Pablo enfatiza este punto de nuevo en Gal. 5:13s “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; sólo que no uséis la libertad como pretexto para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en una palabra se cumple en el precepto: AMARAS A TU PROJIMO COMO A TI MISMO”. Cuan grande y completa es esta ley –principio de acción- ¿qué mas podemos pedir? ¿Cómo puede una lista de demandas ayudar a una persona a demostrar amor?

Dios nos dirige hacia la relación correcta con Él y con el prójimo. “Y Él le dijo: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente’. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas”(Mat. 22:37s). A través de todos los tiempos, Dios simplemente quería ayudarnos a que le amáramos y también amáramos al prójimo. Ese era el propósito de la ley y el mensaje de los profetas. Dios nos ha mostrado como expresar ese amor a través de mandamientos, exhortaciones, enseñanzas, principios y ejemplos. El hombre constantemente ha tratado de interpretar los tales como requisitos legales, pero Dios los ha dado como instrucciones de cómo amar. Los hombres discuten, luchan y se dividen a causa de interpretaciones legales, y por lo tanto frustran el plan de amor hacia el cual Dios los quiere dirigir. “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión (legalismo como partir un cabello: CH) significan nada, sino la fe que obra por amor” (Gal. 5:6). Como personas dentro de un pacto, somos guiados por estas cosas pero no justificados por ellas. Cuando pecamos como discípulos, dependemos de la gracia para el perdón en lugar de obedecer más leyes (I Jn.1:5-10; 2:1-6).

¿Acaso esto promueve el pecado, la desobediencia o la indiferencia? Anticipando toda pregunta Pablo responde: “¿Qué diremos, entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde? ¡De ningún modo! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Rom. 6:1s). Él advierte en cuanto al abuso de nuestra libertad y luego nos da algunas palabras de precaución: “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; sólo que no uséis la libertad como pretexto para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros” (Gal. 5:13). La libertad no constituye una indulgencia desenfrenada.

4. ¿CUÁL ES LA LEY DE CRISTO? Alguien contenderá que es el Nuevo Testamento en su totalidad. Luego ¿Es la narración del nacimiento y la tentación de Jesús la ley de Cristo? ¿Qué del capítulo del amor, del capítulo de la resurrección y del Apocalipsis? ¿Son todas estas, partes de la ley de Cristo? La ley de Cristo no es un libro, o una lista o un código de leyes. ¿En dónde se encuentra tal catálogo de leyes? Los judíos enumeraban 613 leyes en su código legal. ¿Cuántas leyes nos ha dado Cristo? ¡Puesto que debemos guardar la ley de Cristo, seguramente alguien ha contado y formado una lista de tales leyes, para que podamos revisar cada una de ellas! ¿Dónde está esa lista?

La ley de Cristo es el amor, sin embargo nos da mandamientos, ejemplos, exhortaciones, advertencias y principios como guías para la expresión del amor –nuestra respuesta a la gracia.

La ley de Cristo es el amor. Sus leyes (plural) son (1) amar a Dios (2) amar al prójimo. El amor es el nuevo mandamiento (Jn. 13:34s) el cual, los lectores de Juan, habían oído desde el principio de su discipulado (I Jn. 2:7s). “Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros. Y este es el amor: que andemos conforme a sus mandamientos. Este es el mandamiento tal como lo habéis oído desde el principio, para que andéis en él” (2 Jn. 5s).

“Y este mandamiento tenemos de Él: que el que ama a Dios, ame también a su hermano” (I Jn. 4:21). Éste último versículo es un re-énfasis del primero y segundo mandamiento. El amor es la ley real (Stg. 2:8).

El amor en su expresión cumple la ley de Cristo (Gal. 6:2). El amor es la ley perfecta, la de la libertad (Stg. 1:25; 2:12) – libertad de un código legal muerto y de esfuerzos por una justificación legal. Es la Regla de Oro (Mat. 7:12). Esta eterna ley que expresa la intención y el mensaje de los profetas.

¡Qué hermoso! Dios inicia el ciclo de amor: “Nosotros amamos, porque él nos amó primero”. Él comienza la obra de su ley en nuestros corazones. Él quiere que lo demostremos. Sus enseñanzas nos guían a demostrarlo: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (Jn. 14:15). Así, nuestras expresiones de amor se convierten en las expresiones del amor de Dios a través de nosotros, “Porque este es el amor de Dios: que guardemos sus mandamientos, y sus mandamientos no son gravosos” (I Jn. 5:3). ¡No son gravosos! “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor hecha fuera el temor, porque el temor involucra castigo, y el que teme no es hecho perfecto en el amor” (I Jn. 4:18). ¡No hay temor! Guardando Su ley de amor no hay ningún temor y no es gravoso.

Somos justificados por gracia a través de la fe al obedecer el evangelio. Esfuerzos de justificación por ley, anularían la gracia de Cristo. Nuestra respuesta a la gracia de Dios, es el amor que Dios inicia en nosotros. Los escritos del Nuevo Testamento nos guían hacia la expresión apropiada del amor.

“Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios poniendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?” (Hech. 15:10).