Capítulo I
Dos posiciones teológicas
Primero: Los que creen y enseñan que al morir el hombre todo queda en
el sepulcro, no hay pensamiento, amor, odio, sentimientos, todo quedó en el
olvido. (Eclesiastés 3:19-21, 9:5,6))
Segundo: Los que creen que después que el cuerpo fallece, se desata el
espíritu que Dios nos dio, cuando nos resucitó espiritualmente, porque
estábamos muertos en delitos y pecados. Es entonces cuando el espíritu
desatado del cuerpo, va a la presencia del Señor. (Efesios 2:1-6)
Los primeros, concluyen que todo es una unidad y nada dentro y afuera del
hombre es inseparable, por tanto al dejar de existir desaparece todo el
individuo completo. (Eclesiastés 12:7)
En la mayoría de los casos, los escritores bíblicos de estas creencias, al
explicar esta condición que titulan “el estado de los muertos,” en casi todas
las ocasiones o probablemente nunca, muestran en sus escritos los otros
pasajes de la Biblia que dan a conocer posiciones diferentes de las que
exponen como: “después de la muerte del cuerpo, murió todo lo que ese cuerpo
contenía, todo finalizó, dejó de ser.”
Me parece que deberíamos ser honestos y poner las dos posiciones para que el
lector pueda ver con los ojos del entendimiento las posibilidades de llegar al
momento final de la vida terrenal con confianza, paz, gozo, tranquilidad, sin
miedo a lo desconocido o la inseguridad de que al morir todo quedó ahí, a
esperas de la gran sorpresa de la resurrección, a ver si ganamos el regalito
por habernos portado bien, siendo obedientes para ser merecedores de la
resurrección y la vida perdurable.
Pudiéramos rastrear toda la Biblia buscando textos, contextos y experiencias
similares con relación al estado en que queda una persona que deja de existir.
Hay bastante material, pero me parece que abarrotamos la mente con información
cuando esta es repetida y dice lo mismo. Creo que es más prudente ir a lo
claro y específico.
Analizaremos algunas expresiones de un caso ocurrido en el tiempo cuando el
Señor Jesucristo ejercía su ministerio terrenal, en los días de su carne y me
refiero a la enfermedad y muerte de su amigo Lázaro hermano de Marta y María.
En el Capítulo 11:1-45 del evangelio de Juan, se encuentra el relato de la
enfermedad y muerte de Lázaro, persona a quien amaba Jesús según el vs. 3,5
“...Enviaron, pues, sus hermanas a (Jesús), diciendo: Señor, he aquí, el que
amas está enfermo. Vs. 4 oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para
muerte, mas por gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por
ella.”
Vs. 11- “...dícele después: Lázaro nuestro amigo duerme mas voy a despertarle
del sueño. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, salvo estará.
Mas esto decía Jesús de la muerte de él: y ellos pensaron que hablaba del
reposar del sueño. Entonces, pues, Jesús les dijo claramente: Lázaro es
muerto.”
En los versículos 39-44 del mismo capítulo 11 de Juan, Jesús resucita a Lázaro
después de cuatro días de muerto.
Recordemos que cuando Jesús supo que Lázaro su amigo estaba enfermo, no acudió
inmediatamente para sanarlo sino que esperó aún dos días en aquel lugar donde
estaba. (Vs. 6) Cuando llegaron al área donde estaba Lázaro, habían pasado
cuatro días desde que había fallecido el amigo de Jesús. El Señor esperó todo
ese tiempo hasta que Lázaro estuviera ya descompuesto con mal olor, en lo
profundo del sepulcro. Jesús había dicho que la “enfermedad no era para
muerte” sino por gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado en
ella. Si no era para muerte,?Por qué realmente murió?
Si fue traído Lázaro, devuelta a la vida, ¿dónde estuvo su espíritu cuando el
cuerpo estaba sin vida? No era para muerte de la carne por un largo período de
tiempo, eso fue lo que Jesús quiso decir, pues la enfermedad y la muerte del
amigo de Jesús, fue permitida por Dios para que los Judíos vieran una gran
señal al mandato de su Hijo amado cuando dijera:
¡Lázaro ven fuera! Realmente el resultado era lo esperado por el Padre Santo,
“entonces muchos de los Judíos que habían venido a María, y habían visto lo
que había hecho Jesús, creyeron en é.” Vs. 45
Realmente Lázaro estaba muerto-dormido por mandato de Dios. En el sepulcro el
santo varón solo estuvo 96 horas. Lázaro volvió a la vida en la carne por
mandato del Santo Hijo de Dios. Jesús sabía que la enfermedad lo iba a llevar
a la muerte, pero que esa muerte no sería prolongada, él mismo lo traería de
vuelta a la vida.
No hay informes escriturales donde Lázaro hubiera podido haber dicho la
experiencia después de la muerte del cuerpo. La enfermedad no era para muerte
prolongada, donde el hombre interior, la nueva criatura, el espíritu nuevo que
nació del Espíritu Santo, se separa para regresar a Dios que lo dió, en este
caso no regresó a Dios porque la enfermedad de Lázaro no era para muerte y
volvería el hombre interior a participar del velo que lo cubría. “Y el polvo
se torne a la tierra, como era, y el espíritu se vuelva a Dios que lo dió.”
(Eclesiastés 12:7)
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