Concilio Internacional Jesucristo Soberano

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MORIR PARA VIVIR

 Pastor Domingo Hernández

Capítulo 3

Muerte yo seré tu muerte

Oseas 14:14 De la mano del sepulcro los redimiré, librarélos de la muerte. ¡Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh sepulcro...”

Cada hijo de Dios, cada predestinado por estar escrito en el libro de la vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo, que ha nacido y nacerá en esta tierra puesta en maldad, participa sin pedirlo y buscarlo de carne y sangre caída y enferma. Se nace como un impío inocente y todo por lo que hizo el primer Adán. Jesucristo dijo: Porque el Hijo del hombre vino a buscar y salvar lo que se había perdido.” Lucas 19:10

Lo que se había perdido necesitó para ser recuperado que se pagara con el precio de la vida del  Hijo Amado de Dios, nuestro hermano mayor y Salvador Jesucristo. Esto requirió que Dios mismo viniera a morar en la carne Juan 1:14 “...Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros...” “Y sin contradicción, grande es el misterio de la piedad: Dios ha sido manifestado en carne...”...Cristo según la carne, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén” Romanos 5:9

“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es a saber, al diablo, y librar a los que por el temor de la muerte estaban por toda la vida sujetos a servidumbre...” Hebreos 2:14-17

Ya dijimos que el pecado tiene un aguijón y ese aguijón es la muerte, también dijimos que la ley obra ira, condena y mata. 2 Cor. 3:6,7 ambas cosas mostraban la enemistad de la ley contra el pecado y el pecado contra la carne, por lo tanto la única forma de salvar al pobre destituido de la gloria de Dios, era viniendo Dios personalmente a vivir en la carne; pero como no intervino el hombre caído para que la virgen María engendrara al Dios-Hombre, porque un pecador no podía morir para salvar a otro pecador, el Espíritu Santo vino sobre la elegida de Judá y engendró en ella al Santo Hijo Jesús para morar en El, vivir en El y salvar por El al hombre perdido en delitos y pecados. Mateo 1:18,20,

Tenía que ser como le dijo el ángel a María: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te hará sombra; por lo cual también lo Santo que nacerá, será llamado Hijo de Dios.” Lucas 1:35

Como Escribió el Apóstol Pablo en la carta escrita a los Hebreos 7:26 “Porque tal pontífice nos convenía: santo, inocente, limpio, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos.”

“Dios dio muerte por la muerte al que tenía el imperio de la muerte” recordando que la carne por un pecado (el de Adán Romanos 5:16) “...porque el juicio a la verdad vino de un pecado para condenación..” y nos inyectó la ley de muerte y pecado, así que el imperio de la muerte fue destruido por la muerte de Jesús en la cruz, librándonos del temor a la muerte que teníamos por toda la vida. Romanos 8:14-16, Hebreos 2:14-17 El espíritu de adopción por Jesucristo nos libró de la servidumbre que mantenía el temor a la muerte. Efesios 1:5 y Gálatas 4:1-7

La destrucción del imperio de la muerte involucra: el pecado, la carne que está viciada con los deseos de engaño Efesios 4:22 (engaño, mentira=diablo) y lo que condenaba al pecado: la ley.

Pablo habla de la destrucción de la ley cuando Cristo en el nuevo pacto deshace lo que se puso viejo y dejó de ser en su sacrificio, al derramar la sangre preciosa de su vida. Al destruir no queremos decir que ya no hay ley ni consecuencias por violarla, lo que se quiere hacer saber es que la potencia del pecado lo da la ley y que el pecado fue quitado de en medio y juzgado en Jesucristo, por lo tanto ya no podemos ser juzgados por la ley ni ella obra en nosotros ira, condenación ni muerte. Veamos lo que dice Pablo en Gálatas 2:15-21 “...sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, para que fuésemos justificados por la fe de Cristo, y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley ninguna carne será justificada. Y si buscamos nosotros ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna manera. Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago. Porque yo por la ley soy muerto a la ley, para vivir a Dios. Con Cristo estoy juntamente crucificado...ya no vivo yo, pero vive Cristo en mi...porque si por la ley fuese la justicia, entonces en vano murió Cristo.”

Ahora Cristo no es ministro de pecado, si tuviese que morir de nuevo entonces estaríamos en transgresión, pero Jesucristo fue muerto en la cruz. No podemos ser justificados por el cumplimiento de la ley en la carne y si intentamos hacerlo, volveríamos a ser transgresores. Lo que destruimos fue lo que nos condenaba, obraba ira y nos llevaba por el pecado y el mandamiento a la muerte. Destruímos las consecuencias de violar la ley al no cumplirla porque es imposible hacerlo, la destrucción vino cuando Jesucristo la guardó perfectamente por mi, cuando pagó el precio de mi transgresión y ahora es por su fe. “Lo que ahora vivo en la carne lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí.” Gálatas 2:20

El Apóstol Pablo aclara estos conceptos de la destrucción de los efectos por no guardar la ley en 2 Cor. 3:1-18 “...Dios nos hizo ministros suficientes de un nuevo pacto: no de la letra, mas del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica. Y si el ministerio de muerte en la letra grabado en piedra, fue con gloria, tanto que ...Cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu? Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justicia...lo que fue glorioso, no es glorioso en esta parte, en comparación de la excelente gloria. Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más será en gloria lo que permanece...no pusiesen los ojos en el fin de lo que había de ser abolido...la lección del antiguo testamento, el cual por Cristo es quitado...”

Ningún predestinado hijo de Dios por adopción en Cristo, aunque quiera justificarse por el cumplimiento de la ley escrita en piedra y vivir como un transgresor delante del Señor, nunca puede ser visto por el Altísimo como un perdido y destituido de su gloria. La sangre de Jesucristo nos salvó y nos hizo nuevas criaturas sin mancha, arruga ni cosa semejante. Lo que nos era contrario: la maldición, la ira, la condenación y la muerte producido por la desobediencia de la ley de Dios, fue quitado, abolido y destruido para siempre con un solo sacrificio. Hebreos 10:14, Colosenses 1:20-22