¿Podemos Tener La  Seguridad De Que Somos Salvos?
(Autor Desconocido)


Con respecto a la seguridad de la salvación, hay básicamente cuatro clases de personas en el mundo.

1.- Hay quienes no son salvos y saben que no son salvos.
2.- Hay quienes son salvos y no saben que lo son.
3.- Hay quienes son salvos y saben que lo son.
4.- Hay quienes no son salvos y "creen" que son salvos.

Si hay quienes no son salvos que "creen" que son salvos, ¿cómo pueden saber los que son salvos que son realmente salvos? Para responder a esta pregunta, debemos hacer primero otra. ¿Por qué tienen algunos una falsa seguridad de su salvación?
En realidad, es relativamente fácil. La falsa seguridad se deriva, principalmente, de un falso entendimiento de lo que la salvación requiere o implica.

Supongamos, por ejemplo, que alguien es universalista. Cree que todas las personas son salvas. Si esa idea es correcta, entonces el resto de su deducción lógica es fácil. Su razonamiento es el siguiente:

Todas las personas son salvas.
Yo soy una persona.
Por tanto, yo soy salvo.

Si el universalismo está extendido en nuestra cultura, así lo está el concepto de la justificación por obras. Y en este sentido escuchamos a gente diciendo cosas como: ‘He ido a la iglesia durante 30 años’ , ‘he asistido regularmente a la escuela dominical’, o ‘nunca he hecho ningún daño grave a nadie’. He aprendido claramente en mi experiencia en la evangelización: que el mensaje de la justificación por la fe sola, no ha penetrado en nuestra cultura, aun en quienes se llaman o declaran ser cristianos.

Multitud de personas está basando sus esperanzas en cuanto al cielo en sus propias buenas obras. Están bastante dispuestos a admitir que no son perfectos.

Pero dan por supuesto que son lo suficientemente buenos. Han hecho lo ‘mejor posible’ y eso, suponen trágicamente, es suficientemente bueno para Dios.

Sin duda, no podemos creer que hemos hecho lo mejor que hemos podido. Si revisamos nuestra actuación durante las últimas 24 hrs., nos daremos cuenta de ello.

Dios requiere la perfección para dejarnos entrar en su cielo. Si no encontramos esa perfección en nosotros mismos, debemos encontrarla en otro lugar, en alguna otra persona.

"Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros" 1 Juan 1:8. Vemos, pues, que es bastante fácil tener una falsa sensación de seguridad acerca de nuestra salvación. Pero, ¿y si entendemos correctamente lo que requiere la salvación? ¿Garantiza eso que evitaremos una falsa seguridad de salvación?

De ninguna manera. El diablo mismo sabe lo que se requiere para la salvación. Sabe quien es el Salvador.
Entiende la parte intelectual de la salvación mejor que nosotros. Pero no pone su confianza personal en Cristo para su salvación. Odia a Jesús que es el Salvador.

Podemos entender correctamente lo que es la salvación y, sin embargo, engañarnos a nosotros mismos acerca de si cumplimos o no los requisitos de la salvación. Podemos pensar que tenemos fe cuando, de hecho, no tenemos fe.

Podemos pensar que estamos creyendo en Cristo, pero el Cristo que abrazamos no es el Cristo bíblico. Podemos pensar que amamos a Dios, pero el dios que amamos es un ídolo.

¿Amamos a un Dios que es soberano? ¿Amamos a un Dios que envía a la gente al infierno? ¿Amamos a un Dios que demanda obediencia absoluta? ¿Amamos a un Cristo que dirá a algunos en el último día: "Apartaos de mi, nunca os conocí"?
No estoy preguntando si amamos a este Dios y a este Cristo perfectamente; mi pregunta es: si le amamos en absoluto.

Una de mis anécdotas favoritas, es la del Dr. James Montgomery Boice, que leí hace algún tiempo y decía así: "había un hombre que escalaba una alta montaña, de pronto se soltó su cuerda y estaba a punto de caer a miles de metros y morir.
Aterrorizado, agarró un pequeño arbusto que crecía en una roca en la ladera de la montaña. Esto detuvo momentáneamente su caída, pero comenzó a desprenderse lentamente de las raíces, por el peso del hombre.

El escalador miró al cielo y gritó. ¿Hay alguien allí que me pueda ayudar? Desde el cielo se oyó un voz profunda "Sí, te ayudaré" Confía en mi. Suelta el arbusto.

El escalador miró hacia la profundidad que tenía abajo y gritó una vez más: "¿Hay alguien más allí que pueda ayudarme?" Es posible que el Dios en quien creemos es "alguien más" Leí en una revista Young Life, (Vida joven) el ministerio que lleva a cabo una importante misión entre adolescentes, declarando que tienen un índice terriblemente elevado de personas que hacen profesiones de fe y posteriormente repudian esta profesión.

Bajo el punto de vista bíblico, debemos darnos cuenta que no sólo nos es posible tener una auténtica seguridad de nuestra salvación, sino que es nuestro deber buscar tal seguridad. Si la seguridad es posible, y si se nos manda tenerla, no es arrogante buscarla. Es arrogante no buscarla.

El apóstol escribe: "Por lo cual, hermanos, tanto mas procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de ésta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" 2a Ped. 1:10,11

Aquí vemos el mandato de hacer firme nuestra elección. Hacer esto requiere diligencia. Tenemos aquí una preocupación pastoral.

Pedro une la seguridad con estar libres de tropiezo. uno de los factores más importantes que contribuyen al crecimiento espiritual del cristiano, un crecimiento espiritual consecuente, es la seguridad de la salvación.

La persona que no está segura de su estado de gracia se expone a dudas y temores en su alma. su incertidumbre le hace andar con Cristo tentativamente.

¿Quien puede saber con seguridad que no es un elegido? Si no estas seguro, el mejor consejo sería que te aseguraras. Nunca des por supuesto que no eres un elegido. Haz de tu elección objeto de certeza.

El apóstol Pablo declaró: "Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo se a quien he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día". 2Tim. 1:12

¿Cómo podemos nosotros, al igual que Pablo, tener verdadera seguridad que no sea falsa? La verdadera seguridad se fundamenta en las promesas de Dios para nuestra salvación.

En segundo lugar, nuestra seguridad es realzada por la evidencia interna de nuestra propia fe. Sabemos que jamás podríamos tener un verdadero afecto por Cristo si no hubiéramos nacido de nuevo.

Sabemos que no podríamos nacer de nuevo si no fuéramos elegidos. Un conocimiento de la sana teología es vital para nuestra seguridad. Además de la evidencia interna hay una externa.

Deberíamos poder ver fruto visible de nuestra conversión. Podemos ver el pecado que permanece en nuestras vidas. Tal pecado no contribuye a nuestra seguridad. Nos vemos a nosotros mismos pecando y nos preguntamos ¿Cómo puedo hacer estas cosas si realmente amo a Cristo?

Para tener seguridad debemos hacer un sobrio análisis de nuestras vidas. No sirve de nada compararnos con los demás. Siempre podremos encontrar a otros que hayan avanzado más menos que nosotros. No hay dos personas que se encuentren jamás en el mismo grado de crecimiento espiritual.

Debemos preguntarnos si vemos un cambio real en nuestra conducta, una evidencia externa real de la gracia. Esto es un proceso de poca estabilidad (precario), porque podemos mentirnos a nosotros mismos. Es una tarea difícil de realizar, pero de ninguna manera imposible si actuamos con honradez.

La Escritura nos habla acerca del testimonio interno del Espíritu Santo, diciendo: "el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios" (Rom. 8:16).

El principal medio por el cual el Espíritu Santo nos testifica es a través de su Palabra. Nunca podremos tener mayor seguridad que cuando meditamos en ella. Si descuidamos este medio de gracia, será difícil tener una seguridad de nuestra salvación que sea duradera o firme.

Verdadera seguridad: engendra una humildad genuina.
Conduce a desear una comunión íntima con Dios,
Conduce a la diligencia en la santidad.
Conduce a un examen sincero.

La Falsa Seguridad: engendra orgullo espiritual
Conduce a una indulgencia indolente.
Evita una evaluación exacta
Es fría en cuanto a la comunión con Dios.

La seguridad de la salvación puede aumentar o disminuir. Podemos incrementar nuestra seguridad o podemos reducirla. El mayor peligro para nuestra seguridad continua es la caída en un pecado grave e indecoroso.

Conocemos el amor que cubre una multitud de pecados. El pecado de adulterio de David le hizo temblar de terror delante de Dios. Si leemos su oración de confesión en el Salmo 51, podemos oír el lamento de un hombre que está luchando por conseguir de nuevo su seguridad.

Después que Pedro maldijo y negó a Cristo y los ojos de Cristo se fijaron en él, ¿en que estado se hallaba la seguridad de Pedro? Hay tiempos en que nos sentimos como si Dios nos hubiera abandonado? Sabemos que Job clamó: "aunque él me matare, en él esperaré". Ese fue el clamor de un hombre dolorido. Dijo estar seguro de que su Redentor vivía, pero es muy posible que Job haya tenido momentos en que las dudas le asaltaran.

Una vez más, es la Palabra de Dios la que nos conforta en tiempos de prueba. Nuestras tribulaciones no tienen, en última instancia, el efecto de destruir nuestra esperanza, sino de establecerla. Pedro escribió: "Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría" 1a Ped. 4:12,13.
Cuando estamos atentos a las promesas de Dios, nuestro sufrimiento puede ser utilizado para incrementar nuestra seguridad en vez de disminuirla.

No es necesario que tengamos una crisis de fe. Nuestra fe puede ser fortalecida a través del sufrimiento, Dios promete que nuestro sufrimiento, en última instancia, no tendrá simplemente como resultado el gozo, sino un gozo con gran alegría.

 ***