ELECCIÓN
DIOS ESCOGE A LOS SUYOS
por J.I. Packer

Traducido por Lasaro Flores

Mas á Moisés dice (Dios): Tendré misericordia del que tendré misericordia, y me compadeceré del que me compadeceré. Así que no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. ROMANOS 9:15-16

El verbo eligió significa "seleccionar, o escoger de". La doctrina bíblica de la elección es que antes de la Creación Dios seleccionó de la raza humana, previstos como caídos, aquellos quienes él redimiría, traería a la fe, justificaría, y glorificaría en y por Jesucristo (Romanos 8:28-39; Efesios 1:3-14; 2 Tesalonicenses 2:13-14; 2 Timoteo 1:9-10). Esta elección divina es una expresión de la gracia libre y soberana, porque es voluntaria e incondicional, no merecido por nada en los que son sus sujetos. Dios no debe a los pecadores ninguna misericordia de cualquier tipo, sino sólo condenación; así que es una maravilla, y un asunto para la alabanza interminable, que él escogiera salvar a cualquiera de nosotros; y doblemente así cuando su elección envolvía el dar de su propio Hijo para sufrir como el portador de los pecados de los elegidos (Romanos 8:32).  

La doctrina de la elección, como cada verdad acercas de Dios, implica el misterio y bate a veces la controversia. Pero en la Escritura es una doctrina pastoral, introducida para ayudar a los cristianos ver cuán grande es la gracia que los salva, y para moverlos a la humildad, a la confianza, al gozo, a la alabanza, a la fidelidad, y a la santidad en respuesta. Es el secreto de la familia de los hijos de Dios. Nosotros no sabemos quién más él ha escogido entre los que todavía no creen, ni por qué fue su beneplácito de escogernos en particular. Lo qué nosotros sabemos es, primero, que si no fuéremos escogidos para la vida nosotros no seríamos creyentes ahora (porque sólo los elegidos son traídos a la fe), y, segundo, que como creyentes elegidos podemos depender en Dios para terminar en nosotros la buena obra que él empezó (1 Corintios 1:8-9; Filipenses 1:6; 1 Tesalonicenses 5:23-24; 2 Timoteo 1:12; 4:18). El conocimiento de la elección propia así trae el consuelo y la alegría.

Pedro nos dice que debemos de "hacer firme nuestra vocación y elección" (2 Pedro 1:10)—es saber, cierta para nosotros. La elección es conocida por sus frutos. Pablo conocía la elección de los Tesalonicenses por su fe, y la esperanza, y el amor, y la transformación interna y exterior de sus vidas que el evangelio había producido (1 Tesalonicenses 1:3-6). Lo más que las calidades que Pedro había estado exhortando a sus lectores aparecieran en nuestras vidas (la bondad, el conocimiento, el autocontrol, la perseverancia, la piedad, la bondad fraternal, el amor: 2 Pedro 1:5-7), lo más seguro de nuestra propia elección tenemos el derecho de ser.

Los elegidos son, de un punto de vista, el don del Padre al Hijo (Juan 6:39; 10:29; 17:2, 24). Jesús testifica que él vino a este mundo para salvarlos específicamente (Juan 26-29; 15:16; Efesios 5:25-27), y cualquier cuenta de su misión debe acentuar esto.

La reprobación es el nombre dado a la decisión eterna de Dios con respecto a esos pecadores a quienes él no ha escogido para la vida. Su decisión es en esencia una decisión de no cambiarlos, como los elegidos son destinados a ser cambiados, pero para dejarlos al pecado como en sus corazones ellos ya quieren hacerlo, y finalmente juzgarlos como merecen por lo que ellos han hecho. Cuándo en casos particulares Dios los entrega a sus pecados (es decir, quitar las restricciones en  hacer las cosas desobedientes que ellos desean), esto es en si mismo el principio del juicio. Es llamado "endureciendo" (Romanos 9:18; 11:25; cf. P. 81:12; Romanos 1:24, 26, 28), y lleva inevitablemente a la culpa más grande.

La reprobación es una realidad bíblica (Romanos 9:14-24; 1 Pedro 2:8), pero no una que se dirige directamente en la conducta cristiana. Los réprobos son sin cara en cuanto que los cristianos son concernidos, y no es para nosotros tratar de identificarlos. Más bien, debemos vivir en la luz de la certeza que cualquiera puede ser salvo si él o ella se arrepiente y ponen la fe en Cristo.

Debemos de ver a todas las personas que encontramos como ser posiblemente numerados entre los elegidos.

De: La Teología Concisa: Una Guía A Las Creencias Cristianas Históricas