CONCILIO INTERNACIONAL JESUCRISTO SOBERANO

 

 

HIJOS, SEMI-HIJOS, NO HIJOS, ¿SERÁ HIJO?

 

Capítulo I

 

― Hijos

Sabemos que biológicamente el engendramiento de un hijo, es absolutamente necesario que exista un progenitor, engendrador o padre. Una vez que ese hijo existe en el vientre de su madre, solo se tiene que esperar nueve meses para que se produzca el parto y venga a la vida visible lo que llamamos: hijo o hija.

 

― Semi-hijo

Es aquel que su engendramiento está en proceso de gestación y que por alguna causa inesperada es abortado, perdiendo así la vida que no se completó.

 

― El que no es hijo del progenitor

Es aquel que fue engendrado por otro hombre que no fue el esposo real de la mujer que ahora trae en su vientre el hijo de otro.

 

― ¿Será hijo?

Es aquel que de alguna manera llegó a sus oídos un falso testimonio que puso en duda su posición de hijo. Así por algún tiempo vivió con la duda de ser verdaderamente hijo del padre que lo crió. Está la posibilidad de que llegue a comprobar que realmente es hijo del amado padre o la posibilidad de que nunca lo compruebe aunque ciertamente es hijo del hombre que lo engendró.

 

― Comenzaremos con los que no son hijos de Dios

 

Hijos extraños

Hijos de la carne

Hijos del diablo, simiente de la serpiente

Vasos de ira para muerte

Cizaña

Cabritos

Enajenados desde el vientre

Hijos de la esclava

No están escritos en el libro de la vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo

Perdidos sin la cruz y revelación del misterio

 

La Escritura Sagrada nos dice en el libro de Malaquías 2:11 Prevaricó Judá, y en Israel y en Jerusalén ha sido cometida abominación; porque Judá ha profanado la sanidad de Jehová que amó, y casándose con hija de dios extraño.

En Oseas 5:7 Contra Jehová prevaricaron, porque hijos extraños han engendrado: ahora los devorará un mes con sus heredades.

Esdras 9:1.2, 10,11 “...haciendo conforme a sus abominaciones. Porque han tomado de sus hijas para sí y para sus hijos, y la simiente santa ha sido mezclada con los pueblos de la tierra; y la mano de los príncipes y de los gobernadores ha sido la primera en esta prevaricación.

Esdras 10:3 Ahora pues hagamos pacto con nuestro Dios, que echaremos todas las mujeres y los nacidos de ellas, según el consejo del Señor, y de los que temen el mandamiento de nuestro Dios: y hágase conforme a la ley....

Nehemías 9:1,2 “...Y habíase ya apartado la simiente de Israel de todos los extranjeros; y estando en pie, confesaron sus pecados, y las iniquidades de sus padre.

Ya desde la antigüedad Dios hizo distinción entre dos simientes, la que él engendró y la que engendró la carne; de ahí que diera esa disposición escrita por Moisés en el libro de la ley. (Deuteronomio 7:1-4) Cuando los hijos de Dios se unieron con las hijas de los hombres según el relato del Génesis 6:1-5 Dios vio que la malicia de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.

Por lo tanto los hijos e hijas extrañas no son hijos legítimos del Creador Dios, Espíritu Santo. Vemos en el libro histórico de Juan 3:3,6 donde Jesús dice: “...lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” El Espíritu Santo da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. (Romanos 8:14-16, 2 Cor. 5:17, Gálatas 4:1-8, 2 Tim. 4:22, Filemón 25), Hechos 7:59 y Lucas 23:46)

Pablo lo aclara una vez más en Romanos 9:6-8 ...Quiere decir: No los que son hijos de la carne, éstos son los hijos de Dios; mas los que son hijos de la promesa, son contados en la generación.

Demostrado está escrituralmente que los hijos extraños, los hijos de la carne, los que no son de las ovejas santas (Ezequiel 36:38) que no fueron engendrados por el Espíritu Santo, definitivamente no son hijos de Dios y tampoco heredan con los hijos de la promesa.

Es imperioso para ti que lees este capítulo y los siguientes, que ores y pidas iluminación para estar seguro de tu posición delante de Dios. Si no lo haces de todas maneras ya has leído y sabido la verdad de Dios.

 

 

 

Capítulo II

 


HIJOS DE LA CARNE


 

Juan 3:6 “Lo que es nacido de la carne, carne es.

” Romanos 9:6-16 “...Quiere decir: No los que son hijos de la carne, éstos son los hijos de Dios; mas los que son hijos de la promesa, son contados en la generación....

” Romanos 4:16 Por tanto es por la fe, para que sea por gracia; para que la promesa sea firme a toda simiente, no solamente al que es de la ley, mas también al que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros.

Efesios 2:11-18 “Tanto Judíos como Gentiles porque Jesucristo nos salvó, componemos un solo cuerpo, un solo hombre reconciliados por la cruz matando en ella las enemistades.” Todos los salvados para siempre somos de la simiente de Dios, los nacidos del Espíritu Santo, seamos Judíos o Gentiles. Hemos sido engendrados por Dios mismo y así entramos en la posición de hijos del Altísimo. (Salmo 82:1-8)

El Espíritu Santo no contiende con la carne de los hijos de la carne (Génesis 5:3) “Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne:...”

Sin embargo con los hijos del Espíritu Santo al comenzar el nuevo pacto con la muerte de Jesús y el derramamiento de su preciosa sangre, entonces sí el Espíritu Santo contiende con nuestra carne para que no hagamos lo que quisiéramos. (Gálatas 5:17) Gloria a Dios! Qué hermoso es saber y vivir estas verdades que nos aseguran en la fe, nos dan confianza y certeza en lo que hemos creído! Así es. Los hijos de la carne son: los cabritos, los hijos del diablo, la simiente de la serpiente, la cizaña, los lobos y los hijos de ira.

Es muy importante notar que los hijos de la carne son aquellos que la palabra de la cruz les es locura y no se salvan (1 Cor. 1:18)

Para los hijos de la carne, el evangelio es un misterio y no se les revela, por eso no pueden ser salvos, porque la carne y la sangre no heredarán el reino de los cielos. (2 Cor. 4:3,4 y 1 Cor. 15:50)

Es muy importante para cada supuesto hijo e hija de Dios, que encuentre su posición y su posesión como herederos de salvación. Esto traerá como ya hemos dicho: La paz de Cristo y la consolación del Espíritu Santo. De lo contrario se vivirá en incertidumbre e inestabilidad espiritual. Bendecido, busca y encontrarás.

 

 

Capítulo III

 


SIMIENTE DEL ENEMIGO


 

Comenzamos desde el mismo inicio de la raza humana, allí en el mismo Edén, cuando Dios personalmente decreta a favor de la pareja herida y destituida y en contra de la serpiente que había engañado a nuestra primera madre Eva. Así fue el decreto: “...Y enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” (Génesis 3:14,15)

Lo primero que Dios decreta es la enemistad que pondría en el corazón de sus hijos y esta enemistad la mostró el Señor en el mismo capítulo cuando viste de pieles a Adá y a Eva. Pieles, significa que hubo muertes, derramamiento de sangre y la Biblia dice: “...y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.” (Hebreos 9:22)

Esta sangre símbolo de la que iba a derramar el Cordero de Dios en la Cruz del Calvario, era la enemistad que tendría el enemigo en los hijos de Dios que fueran recipientes de la bendita gracia de Dios. La gracia y la verdad eran los elementos divinos que se constituyeron como enemistad contra las tinieblas, el mal y la carne caída. La simiente de la serpiente puede ser comprobada desde los inicios de la creación cuando Caín le da muerte a su hermano Abel, los dos primeros hijos de nuestros primeros padres. (Génesis 4:8) El Apóstol Juan lo describe claramente en 1 Juan 3:12 “No como Caín, que era del maligno, y mató a su hermano. ¿Y por qué causa lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas.”

Caín se enojó con su hermano porque éste poseía la enemistad en su corazón contra la serpiente y su reino. Abel, probó con la ofrenda que trajo delante de Dios que era justo pues de acuerdo con lo provisto por el Señor actuó sacrificando por sus actos indebidos, sabiendo que en aquel símbolo y sombra se ocultaba el verdadero sacrificio del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Todo lo contrario, Caín no tenía esa enemistad en el corazón, era hijo de la carne y no del Espíritu como lo eran sus Padres y Abel, por eso era del maligno porque mató a su hermano.

Así vemos en las Escrituras más de una ocasión donde se muestran las dos simientes en contraste la una con la otra. En Isaac e Ismael, en Jacob y Esaú, en los Egipcios que no pusieron la sangre en el dintel de sus casas y murieron todos sus primogénitos.

Cuando Jesús les dijo:”Generación de víboras, ¿cómo podéis hablar bien, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca.” (Mateo 12:34)

“!Serpientes, generación de víboras! ¿cómo evitaréis el juicio del infierno? (Mateo 23:33 y 3:7)

Adicionalmente vemos en el Salmo 58:3,4 Que se enajenaron los impíos desde la matriz; descarriáronse desde el vientre, hablando mentira. Veneno tienen semejante al veneno de la serpiente: son como áspide sordo que cierra su oído.

Cuando Jesucristo hablaba decía: El que tiene oído para oir, oiga. (Mateo 13:9)

Cuando Esteban hablaba “Entonces dando grandes voces, se taparon sus oídos, y arremetieron unánimes contra él.” (Hechos 7:57) Después hicieron lo mismo que hizo Caín con Abel: “Le apedrearon.” Vs. 58

Estos son la simiente de la serpiente. (Juan 8:44) “Vosotros de vuestro padre el diablo sois, y los deseos de vuestro padre queréis cumplir. El, homicida ha sido desde el principio, y no permaneció en la verdad, porque es mentiroso, y padre de mentira.” ¡Está claro, bien claro!

 

 

Capítulo IV

 


VASOS DE IRA PARA MUERTE


 

Los hijos de la carne son como dice Pablo: “...un vaso para vergüenza...Dios soportó con mucha mansedumbre los vasos de ira preparados para muerte.” (Romanos 9:21-24)

Cuando Adán desobedeció quedó desnudo de la gloria de Dios, quedó en plena carne, aunque era simiente de Dios, dejó su carne a expensas de ser la masa de donde salieron dos vasos.

Jesucristo dijo en Mateo 13:25-30 “...Mas durmiendo los hombres, vino un enemigo, y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. En los versículos siguientes y los del 36-43 Jesús explica el trigo y quien lo sembró, la cizaña y quien la sembró y el campo que significa. Todo está bien claro. Durmiendo los hombres, o sea desprevenidos y con la carne caída de Adán, se dio autoridad y entrega al enemigo para que de una misma masa salieran la simiente de Dios y la simiente del enemigo. “La carne está vendida a sujeción de pecado.” (Rom. 7:14)

La culpa de todo esto la tuvo Adán, por eso el juicio vino por un pecado. (Romanos 5:16) “Adam no fue engañado, sino la mujer, siendo seducida, vino a ser envuelta en transgresión.” (1 Timoteo 2:14)

Como ya hemos dicho: Caín era un vaso de ira para muerte y Abel, un vaso de misericordia preparado para gloria. Así hoy los vasos de misericordia llamados por Dios somos de los Judíos y de los Gentiles. ¡Gloria a Dios!

Tus frutos darán prueba fehaciente de que clase de vaso eres. Juan en su primera epístola en el capítulo tres desde los versículos 6-21 expone la simiente de Dios y la que no es simiente de Dios. Expone los dos vasos, el de misericordia y el de ira para muerte. Lee más de una vez estos pasajes y si eres simiente de Dios concordarán con tu espíritu, sino entonces ya sabes cual es tu procedencia. No hay otra. Esta es una real forma de identificarnos dentro de nuestra posición y así no se perderá tiempo como tienen a muchos cabritos y cizaña mezclados con el trigo.

Es hora de definir lo que dijo Jesucristo: (Mateo 7:20) “Así que, por sus frutos los conoceréis.’ O somos simiente de Dios, vasos de misericordia o vasos de ira preparados para muerte. No hay cambios posibles. La cizaña nunca dejará de ser cizaña, los cabríos nunca se convertirán en ovejas, los vasos de ira nunca serán vasos de misericordia, así como un hijo del diablo jamás será hijo de Dios.

Unos son de la vida y otros de la muerte. Unos están dentro de la justicia de Dios y otros viven en su impiedad perennemente. Unos actúan con mansedumbre y amor y otros con maldad e injusticia. Unos son como las ovejas que visitan a los presos, dan comida al hambriento, visten al desnudo y visitan a los enfermos y a otros no les interesan las obras de caridad. Unos viven para los demás y otros viven para ellos mismos. Unos quieren salvar su vida y otros las pierden para salvarlas.

Dios tiene demasiadas evidencia en su Santa Palabra para probar quienes son los elegidos por gracia y predestinados conforme al propósito divino y quienes no están escritos en el libro de la vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo. (Apocalipsis 13:8 y 17:8)

¡Qué alegría y que gozo! que el Señor Espíritu Santo, el Padre Eterno, da testimonio a nuestro espíritu que somos sus hijos. “Mirad cual amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios:..” (1 Juan 3:1 y Romanos 8:14-16)

 

 

Capítulo V

 


HIJOS DE LA ESCLAVA


 

Jesucristo dijo: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará...el siervo no queda en casa para siempre: el hijo queda para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.” (Juan 8:31-36)

La posición de sirvo de pecado, desapareció el día que Jesucristo derramó su sangre en la cruz del Calvario. Todos los elegidos por gracia, los predestinados, los que estaban escritos en el libro de la vida desde antes de la fundación del mundo y que nacieron en el planeta tierra después de la caída de Adam y Eva, quedaron libres de su servidumbre carnal con sus obras y se confirmó la posición de hijos e hijas de Dios para quedar en la casa para siempre. ¡Alabado sea Dios, Abba, Padre!

Sin embargo el siervo de nacimiento no queda en casa para siempre, estos son los que Pablo describe en Efesios 2:2,3 “...hijos de desobediencia; entre los cuales todos nosotros también vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos; y éramos por naturaleza hijos de ira, también como los demás.

Para estos hijos de desobediencia hay un misterio oculto que nunca se les revelará por designio divino. Dice Pablo: “Que si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó los entendimientos de los incrédulos, para que no les resplandezca la lumbre del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.” (2 Cor. 4:3,4)

Los siervos de nacimiento no podrán entender nunca el significado espiritual de la cruz donde fue levantado el Hijo de Dios. “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; mas a los que se salvan, es a saber, a nosotros, es potencia de Dios.” (1 Cor. 1:18) Los esclavos, siervos de pecado, nacidos de la carne y no del Espíritu Santo, jamás estarán en la casa de Dios disfrutando de la herencia dada a los que son de la simiente divina. Por un tiempo antes del comienzo del Nuevo Pacto, ambos, los hijos de Dios y los nacidos de la carne, estaban considerados iguales en destitución y aunque uno de los dos era heredero de todos los bienes y beneficios de Dios, no había llegado el cumplimiento del tiempo para su redención y disfrute de la herencia de la vida eterna.

Dice Pablo: “ También digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del siervo; aunque es señor de todo; mas está debajo de tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre. Así también nosotros, cuando éramos niños, éramos siervos bajo los rudimentos del mundo. Mas venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió su Hijo, hecho de mujer, hecho súbdito a la ley. Para que redimiese a los que estaban debajo de la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.

Y por cuanto sois hijos, Dios envió el Espíritu de su Hijo en vuestros corazones, el cual clama: Abba, Padre. Así que ya no eres más siervo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por Cristo.” (Gálatas 4:1-7)

 Enfáticamente lo expone Pablo: “Así que ya no eres más siervo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por Cristo.” ¡Gloria al Santísimo Dios y Padre de todos los libertados!

La herencia es solamente para los hijos.

Notemos lo que enseña nuestro Apóstol y Maestro Pablo: “...Así que, hermanos, nosotros como Isaac somos hijos de la promesa. Empero como entonces el que era engendrado según la carne, perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora. Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la sierva y a su hijo; porque no será heredero el hijo de la sierva con el hijo de la libre. De manera, hermanos, que no somos hijos de la sierva, mas de la libre.” (Gálatas 4:22-31)

 

 

Capítulo VI

 

 


HIJOS DE DIOS PARA SIEMPRE


 

 

Comenzamos identificando a los hijos del Dios Alto.

“...Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él (Jesús) también participó de lo mismo (carne y sangre) para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es a saber al diablo.”

La razón por la cual Dios participó de carne y sangre (Juan 1:1-3,14) fue para “librar a los que por el temor de la muerte estaban por toda la vida sujetos a servidumbre...por lo cual, debía ser en todo semejante a los hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel Pontífice en lo que es para con Dios, para expiar los pecados del pueblo.” (Hebreos 2:9-17)

El enemigo tenía las llaves del sepulcro y de la muerte, en el sepulcro estaban confinados los hijos de Dios en la carne, hasta que Jesucristo dominó al enemigo venciéndolo con la muerte en el Calvario. Hoy por hoy, Jesús tiene las llaves del sepulcro y de la muerte. (Apc. 1:18) ¡Gloria a Dios!

“De la mano del sepulcro los redimiré, librarélos de la muete. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh sepulcro...” (Oseas 13:14)

“Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará el Señor toda lágrima de todos los rostros: y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra: porque Jehová lo ha dicho.” (Isaías 25:8,9)

“Tus muertos vivirán; junto con mi cuerpo muerto resucitará. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! Porque tu rocío, cual rocío de hortalizas; y la tierra echará los muertos.” (Isaías 26:19)

“Dónde está, oh muerte, tu aguijón? Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Cor. 15:56)

“...como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, y la muerte así pasó a todos los hombres, pues que todos pecaron.” (Romanos 5:12)

“Porque la paga del pecado es muerte...” (Romanos 6:23)

“Dios se hizo carne y moró entre nosotros...” (Juan 1:14)

El hombre por el pecado de Adam, recibió el veneno que algún día lo llevaría a la muerte y al sepulcro. El Hijo de Dios tomó nuestro lugar pagando así la deuda, de ahí que declaró en la cruz: Tetelestai: Saldada la deuda. Pablo nos dice que “ya no somos deudores a la carne de pecado,” Jesucristo pagó la deuda para siempre con un solo sacrificio.

Siempre hemos sido hijos, desde antes de la fundación de la tierra.

Escritos en el libro de la vida desde antes de la fundación del mundo (Apc. 3:8)

Este pensamiento habla de los que no están escritos porque sí hay escritos.

 “...cuyos nombres están en el libro de la vida.” (Filipenses 4:3)

“...antes gozaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.” (Lucas 10:20)

“...la gracia, la cual nos es dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos.” (2 Timoteo 1:9,10)

Mientras estuvimos atados y confinados al pago de la transgresión de la ley, temíamos a la muerte y al sepulcro; una vez dada muerte a la muerte por la de Jesús, se acabó la servidumbre del miedo, no más miedo a lo que fue quitado por el sacrificio de Aquel varón de dolores.

Ahora los que siempre hemos sido hijos del Dios Alto, disfrutamos de la resurrección (Efesios 2:1-5) la gloria completada por Jesucristo, “la sabiduría predestinada para nuestra gloria.” (1 Cor. 2:7) Colosenses 2:10 “Y en él estáis completos.”

Ahora los que tenemos la posición de hijos e hijas de Dios, no estamos más en servidumbre por la liberación gloriosa obtenida por el Libertador que vino de Sión. (Romanos 11:26)

Ahora los hijos fuimos asegurados por la redención alcanzada por Jesucristo. “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios.

Porque no habéis recibido el espíritu de servidumbre para estar otra vez en temor; mas habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos, Abba, Padre. Porque el mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.” (Romanos 8:14-16)

La resurrección espiritual está vinculada con el nuevo nacimiento y el nuevo nacimiento esta vinculado con el espíritu nuevo dado en la adopción por Jesucristo. La nueva criatura es el hombre interior, el hombre interior no es la carne, es el hijo de Dios, engendrado por el Espíritu Santo y nacido del mismo Espíritu que lo engendró. El hombre interior es el que tiene vida eterna, es el que según Pablo: “cada día se renueva.” (2 Cor. 4:16) El hombre interior es hijo de la promesa, el que antes de ser carne era hijo del Dios Alto. (Hebreos 2:14) “Así como los hijos participaron de carne y sangre...”

Finalmente, todos los que somos hijos de Dios, recuperamos la gloria perdida, recuperamos nuestra posición anterior y ahora participamos de naturaleza divina.

“...por las promesas participamos de naturaleza divina..” (2 Pedro 1:4)

¡Gracias Padre por revelarnos esta verdad tan gloriosa y llena de poder! ¡Bienvenidos a la gran familia de Dios Padre y de Jesucristo Hijo! Podemos contar por toda la eternidad de un Padre amoroso que nunca nos dejará solos y que compartirá con nosotros de todas sus posesiones. Podemos contar con el hermano mayor “el cual es Dios sobre todas las cosas.”(Romanos 9:5) Podemos contar con la compañía de los ángeles buenos los cuales vienen a asistir a los herederos de salvación (Hebreos 1:14) Una vez más ¡BIENVENIDOS!

 

 

 

Capítulo VII

 


¿SERÁS HIJO?


 

“...el que duda es semejante a la onda de la mar, que es movida del viento, y echada de una parte a otra.” (Santiago 1:6)

“...Que ya no seamos niños fluctuantes, y llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que , para engañar, emplean con astucia los artificios del error.” (Efesios 4:14,15)

“...Y que seamos librados de hombres importunos y malos; porque no es de todos la fe. Mas fiel es el Señor, que os confirmará y guardará del mal.” (2 Tesalonicenses 3:1-3)

“...Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al ganado. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas, para llevar discípulos tras sí. Por tanto velad, acordándoos que por tres años de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.” (Hechos 20:28-31)

La salvación, la creación de la nueva criatura, el engendramiento y el nuevo nacimiento, es obra absoluta de Dios, todo para que ninguna carne se jacte. (1 Cor. 1:29, Efesios 2:9 y 2 Cor. 5:18)

Esta verdad tan gloriosa, muchos han intentado sino eliminarla totalmente, han tratado de cambiarla por la inseguridad, condicionando el hecho glorioso de lo que solo Dios hizo y que nadie puede cambiar: “La salvación incondicional.”

El hecho de que muchos hijos de Dios vivan inseguros y muchas veces desconfiando de que realmente son salvos, se debe a la forma en que esos hombres que Pablo menciona, han guiado a las ovejas de Jesucristo, por eso Pablo los describió como los que no tienen la fe, “no es de todos la fe.”

Si después de leer y estudiar estos pensamientos, persiste en dudar de lo que realmente eres, lo siento por ti porque seguirás sufriendo en vano, por lo tanto, esperaremos hasta el día en que estemos juntos con Jesucristo, para darte un abrazo y un beso santo, pues llegaste hasta donde estabas predestinado aunque dudaste de que así fuera. ¡BENDECIDO!